asir la canción, asirme de la canción, pero la canción no se deja
talvez no hay canción para mi
recuerdo difusamente roces recónditos, entonces ella era un témpano álgido, surcado por pequeñas fracturas de las que emanaba un vapor furioso y blanco
yo nunca la pude ver, pero una vez, una noche, hace ya mucho tiempo, supe de la madriguera en la que se resguardaba de un aguacero advenedizo, llegué hasta allí, me arrodille y con mis brazos extendidos palpé aquel agujero toscamente escavado en la tierra hasta que con las yemas de mis dedos la sentí reír, me estremecí, al instante supe que reía de mi y de mi empeño por poseerla
talvez no hay canción para mi
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