Eso que llamábamos cielo se nos está cayendo encima. Abajo, violentamente, se agrieta el suelo, tiembla como queriendo sacudírsenos. Una canción más, aunque el llanto de los niños. Me muerdo los labios para no decir lo siento. Cuando me deshice de todo el peso del mundo. Y mientras los niños escuálidos tiritaban de hambre y el hombre que fuma y bebe café guardaba trigo en sus graneros.

Esos escuálidos niños que conquistarían la hombría jugando el sangriento y estúpido juego de la guerra. Aquel hombre que fuma y bebe café, dueño de mitad de mundo y en tratativas para adquirir otra mitad. Aquellas, las madres de los escuálidos niños languideciendo inconsolables, no saben que fue de su trigo, no piensan en ello. Tampoco saben, nadie les ha dicho, que el dolor suele ser peor que la muerte.

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    Hace 10 años