Mientras ella contemplaba la inmensidad del cielo, yo la observaba, era de noche, y estábamos envueltos en esa suave brisa que precede a la lluvia, en ese momentáneo silencio producido, mi corazón, mi alma gritaban a los cuatro vientos mi amor por ella, era tal el desbordamiento que no conseguía decir una sola palabra, entonces esperé que mis ojos le dijeran lo que mi boca no pudo.
Al sentir esa noche, su mirada triste y profunda, la ternura y calidez de su voz, lo supe, supe que mi vida entera encontraba sentido en tan solo tenerla unos instantes frente a mi, y la amé, la amé con todas mis fuerzas, con todo mi ser.
Desde entonces solo pienso en ella, y la encuentro a veces en mi mente, y la sigo, y la observo, y recuerdo sus besos y cuando nos abrasábamos muy fuerte, y sé que fui feliz, y sé tengo una deuda con el mundo, con la vida, y necesito seguir viviendo, vivo porque una vez fui feliz, vivo porque un beso suyo compensa todas las tristezas que pueda yo sentir.
Vivo por que una vez la amé, vivo porque la sigo amando, la amo, la amo aún más que antes.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario