retozando envueltos en niebla,
césped recién cortado cubría la alfombra
en la que yacíamos apesadumbrados
jugábamos a que yo era poeta
y a que pintaba un retrato tuyo,
en mi paleta había solo rojo, porque
tu eras saeta o puñal o proyectil
y te incrustabas en mis entrañas
los postigos de nuestras ventanas
son aguas diáfanas que descienden
de cumbres de rocas, nubes y nieve,
suelen congelarse en invierno
pero siempre dejan pasar a la noche
la noche salvaje que también
asoma por las inquietas rendijas
de nuestra techumbre desvencijada
y que a veces trae consigo gotas leves
de temporales lejanos y ajenos
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