Estelas de su aura maldita desdibujándose lentamente en el viento que huye con ella, en busca de ella. Yo soy apenas un indigente ciego, sordo y ebrio que la reclama. Ya desde niño soñaba yo con sujetarme a los pliegues de sus largas vestiduras. Turbios sueños lejanos. Rastros, ténues indicios me dicen que ella es real. Ella estuvo aquí, un delicado aroma, un rayo de luna la delata.
Sé que de ella mana la angustia que me asfixia y la impotencia con la que me ato las manos.
No la tengo a ella, no la tengo; debería de ser libre entonces.
Pero... ¿Y si la libertad fuera una como ella?
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