Innumerables cuartos vacíos. En cada cuarto un espejo. En cada espejo un espejismo. En el espejismo una ausencia. Ausencia punzocortante a modo de pedazos de espejismos rotos desperdigados sobre el suelo de nuestro cuarto. Y una herida de la que mana sangre, sangre que ya no es más sangre sino agua salada que riega de muerte el mar. Náufragos de arena movediza, del cielo de bajo la tierra, presas de un aplazamiento, un acobardarse, un renunciar.
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