Me duele, me atosiga, me atenta el tiempo, el que no tendré, el que me fue amputado; el arremolino a su derredor me inutiliza. No he hallado aún subterfugio alguno que oponerle. Es absurdo. Hablo de esa posibilidad impracticable. Anida en mi mente, usa mi cuerpo como burla, como broma.
El sol brilla su malestar sobre nosotros; gritos, chirridos, zumbidos, proclamas y no silencio, no perfección.
Yo hago la insurgencia del silencio. Me desdigo.
He quemado todas mis salvas. Yazgo. Inerme, como grito sordo e impronunciable. ¡Carajo! Corróeme la náusea. Me atormenta esta lividez de respirar y pudrirnos mientras la vida. Un cansancio empedernido que satura mi osamenta y me aflige, me descarna. Esta farsa de decir y orbitar sin más. Sin una mirada siquiera. Sin soledad.
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