Noche cerrada, la llama azul de una vela danza la canción de las gotas de lluvia estrellándose y estallando contra el tejado, la acompañan cavilantes las sombras sobre el muro. El ulular del viento junto con sus repentinos estrépitos sosiegan y a la vez socavan mi tristeza. Respiro tu ausencia en el aire límpido, aunque me haya emancipado ya del etéreo reino de los sueños. Los atavíos de la melancolía a veces se parecen un poco a tu voz. Me mantengo huyendo de los recuerdos que tu voz desata, aunque sean estos, con mucho, los más dichosos que he poseído.
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